martes, 16 de mayo de 2017

VIVIENDA SOCIAL DIGNA


Siempre me he preguntado, qué hace la diferencia entre vivir en el campo de un país desarrollado que se ve tan tentador y prometedor y vivir en el campo de mi patria. No es desde luego solo la accesibilidad a la catedral de la ciudad, ni mucho menos al supermercado o a la estación de tren, pues no; se trata de civilización. Como cultura tenemos de sobra; pero qué hay de civilización, capacitación y tecnología que sí son totalmente accesibles en aquellas regiones donde vivir en el campo es mejor, es un privilegio al que gustosamente muchos acceden, aceptando las pequeñas dificultades que conlleva esa situación. Sin embargo en nuestras regiones rurales, donde el grueso de la población se desenvuelve, no conoce o si es así, no puede ni remotamente acceder a ella. 

Estando su desarrollo siempre en desventaja y es insatisfactorio, venciendo al fin la resignación y sin poder más lidiar por su terruño debido al centralismo tan fuerte e injusto que existe en nuestro país, migran a la ciudad más cercana en busca de aquello que de otro modo jamás alcanzarían, trayendo consigo el resentimiento y la nostalgia, engrosando otra difícil situación llamada asentamiento y desorden.


Surgen ideas como posibles soluciones al que menos posee o no posee nada, se piensa entonces, por ejemplo en la vivienda social.

Término desconocido para muchos, como concepto de vivienda social según la ONU (Organización de las Naciones Unidas), tenemos que “...es el espacio donde individuos o familias pueden cohabitar en condiciones de seguridad, paz y dignidad…”, así mismo dice la ONU que vivienda “es un espacio plenamente equipado con servicios urbanos accesibles, que permitan la relación de la comunicación vecinal; además debe ser fija y habitable, que cumpla con ciertos requisitos básicos como funcionalidad, seguridad, accesibilidad, etc…”

En América latina alrededor de 25 millones de viviendas no cuentan con servicios de agua potable ni alcantarillado. Más del 50% de familias no poseen viviendas adecuadas, casi el 22% de viviendas requieren mejoras y el 18% de familias requieren viviendas nuevas. Según el BID (Banco Internacional de Desarrollo), para el 2030 la región tendrá aproximadamente 609 millones de habitantes, con una tasa de urbanización superior al 80%.

Bajo estas condiciones ¿Qué se está haciendo para mejorar la situación? Adentrándonos en un contexto cercano, nos damos cuenta que las extensiones urbanas existentes no cuentan con servicios y si los hay estos no son adecuados.

La extensión urbana por la demanda de vivienda que existe es descontrolada y sobretodo desordenada.

Partiendo de las premisas que plantea como objetivo el Millenium 2015 que dice “Servicios básicos y vivienda para todos” y la Declaración de Medellín “Equidad como fundamento de sostenibilidad” nos damos con la ingrata sorpresa que estamos muy lejos aún de conseguirlo, que todavía el 30% de la población vive en tugurios, y ésta es una condición nefasta, no se puede pensar, ni se debe pretender que la vivienda digna sea exclusividad de los que poseen más, pues no! Tener una vivienda digna es derecho de todos; los que tienen posibilidad de unir esfuerzos e intentar mejorar esta situación, deben ponerse en marcha.

Se podría afirmar que la diferencia que existe entre los diferentes sectores de la población es precisamente el acceso a los servicios, lo que trae por consecuencia que los sectores más vulnerables se vean sin la capacidad de acceder a una vivienda digna, y se vean amenazados tanto ellos como la sociedad y la ciudad se vaya deteriorando cada vez más.

Pienso que la arquitectura debe servir a las personas, debe responder a sus necesidades básicas además de ofrecer ciertas condiciones de espacialidad, estética y confort. 

Entonces con este concepto, vivienda social significa también un recinto donde las personas con menos recursos puedan sentirse orgullosas, felices de tener no sólo una casa sino apropiarse en el completo sentido de la palabra de este recinto convirtiéndolo en su hogar.

Todo evoluciona y la vivienda no es ajena a este fenómeno, pensando en esto se debe proporcionar además de los módulos de vivienda social la proyección de ésta en el futuro, sea por los factores que fueren, esta crecerá, cambiará la esencia por la que fue creada y responderá a nuevas necesidades; con la proyección, el crecimiento será inherente a sus propios requerimientos; sin embargo, seguirá una línea que ya fue trazada y se conseguirá poco a poco ir ordenando la ciudad.

Huelga repetir aquello de que el Perú es un mendigo sentado en un banco de oro, porque siendo un país potencialmente rico en diversidad de recursos, es tarea de todos los que puedan sumar con ideas, gestiones, proyectos y sobre todo leyes que alcancen a los que realmente necesitan satisfacer necesidades básicas elementales, como vivienda, vestido, alimentación, salud y educación.

Ofrecer un mejor nivel de vida no implica ni lujo ni desperdicio, es simplemente dignidad. Es acercar al desposeído a lo que tiene derecho; es acortar la brecha en la satisfacción de necesidades básicas entre el campo y la ciudad, entre el urbanismo y la desordenada periferie. Se debe empezar ya, imponiendo respeto, orden, disciplina, gestionando realmente con quien es capaz y tender una red básica, elemental comprometiendo al estado y a la empresa privada, separando drásticamente los intereses mezquinos que tergiversan toda sana intención. Esto no es un sueño, es trabajo.

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